En un entretenido y bien documentado artículo, “Falsarios: el más difícil todavía”, publicado en el periódico asturiano La Nueva España’ el día 17 de agosto pasado, el profesor Francisco Palacios alude, entre otros, a un austríaco que engatusó al mismísimo Franco para venderle un proyecto de fabricación de gasolina sintética hecha con agua y verduras, y al libro que cuenta su historia, Filek: El estafador que engañó a Franco (Seix Barral, 2017), de Ignacio Martínez de Pisón. Gracias a la cita de Quico me hice con la obra, divertida y un tanto aleccionadora.
De Pisón es novelista, no historiador, así que es con mimbres de novela como les da un buen repaso documental a los tiempos convulsos del final de la República, la Guerra Civil y la postguerra. Y se sirve de la difícil y desastrosa biografía de Filek. Difícil por la ausencia de documentación, que De Pisón halla en variopintos lugares después de mucho atarearse. Y desastrosa por los avatares de un individuo que, si no fuera por su bajeza y mezquindad, podría habernos caído bien por su enorme cara dura y sus dotes de prestidigitador social, que rozan la comedia: un pícaro, más español que austríaco si a la tradición literaria nos remitimos. La realidad, claro, es siempre otra, así que no hubo tal y, como de costumbre, se impusieron lo sórdido y lo dramático, ya que la comedia, en la vida real, no deja de ser flor de un día y se disuelve más rápidamente de lo que aparece.
Pero, tramado y cosido como novela, con esa alusión a la dicotomía entre realidad y ficción, De Pisón nos da en este libro ciertas claves adecuadas para entender su propia narrativa. Así, cuando enfrenta “la lógica narrativa” de hechos que desde ese punto de vista tendrían que haber sucedido pero que nunca sucedieron. Es imposible eludir la pugna entre lo que la vida nos depara y aquello a lo que la ficción, dirigida por el autor creador, nos remite como realidad paralela. ¿Vivir otros mundos o vivir en este? He ahí la diferencia entre literatura e historiografía. Lo bueno es que, muchas veces, se pisan el terreno mutuamente.