Accedí a Blanco nocturno en su edición digital y lo hice con poca convicción, pensando que me iba a encontrar con una novela de género, con un pálido argumento al uso: el mulato Tony Durán, puertorriqueño y por tanto norteamericano, viene a un pueblo argentino en los años setenta del siglo pasado para que lo asesinen; había conocido a las hermanas Belladona en Atlantic City y cuando llegó al poblado su relación con ellas fue la comidilla. El comisario Croce se encargará de investigar el crimen, no sin zancadillas por parte de los poderes fácticos…, etcétera. Pero resulta que, gratamente, lo que hallé fue una novela no de género, sino de género y número, permítaseme la expresión. Un número cuasi paródico de las historias policíacas, una envoltura que quiere ser al uso, pero que, en realidad, llama a la reflexión y las utiliza como excusa para adentrarse en los vericuetos…
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